Creo que ya he contado alguna vez que cuando hacemos urbex en el extranjero tenemos la pequeña norma de que el último día de viaje no visitamos abandonos. Así nos evitamos el problema de perder nuestro vuelo en caso de ser pillados o detenidos. Y como somos gente mas o menos discreta y nos gusta el turismo aprovechamos así ese ultimo día. Pero tenemos un problema. Es lunes y los museos, lugares e incluso exposiciones al aire libre de la ciudad que queríamos visitar están cerrados.
Tampoco nos volvemos locos por el aburrimiento. Ademas en tan solo tres horas debemos estar ya en el aeropuerto para volver a casa. Entonces sucede. El sevillano, que esta aprovechando para hacer una sesión fotográfica a una pareja que conocimos allí, nos llama emocionado. Esta pareja le ha dicho que en un pueblo de curioso nombre y que esta relativamente cerca hay un balneario abandonado y con buena pinta.
Mientras que nuestro compañero vuelve con nosotros, vamos preparando el coche, buscamos una wifi abierta para intentar localizar el abandono en google maps. Vamos con el tiempo muy justo para llegar allí, visitar el lugar y volver al aeropuerto. Es un poco estresante pero es mejor que estar aburridos.
Recogemos a nuestro compañero y nos ponemos en marcha. Tardamos mas de lo previsto en salir de la capital, llegar a la localidad en cuestión, aparcar y encontrar el lugar. En nuestro primer intento fallamos estrepitosamente al localizar otro abandono que no era. Pero en las fotos que hemos encontrado en Internet hay algunas buenas pistas y finalmente lo localizamos. Tenemos poco mas de media hora para entrar, explorarlo y tomas unas fotos. Y así lo hicimos.
Buscamos una ventana alejada de las miradas de los transeúntes para entrar sin ser vistos y ayudándonos un poco unos a otros nos colamos en un tiempo récord. El lugar es increíble y decadente a partes iguales y pese a las prisas creo que ha valido mucho la pena esta contrarreloj.
Entramos a un pasillo con pequeñas habitaciones a la izquierda. Cada habitación contiene una bañera individual y un banco de madera. No tardamos en dar con en gran recibidor, lo que nos permite orientarnos. Este es impresionante, abovedado y de corte clásico con un techo de unos cinco metros. Allí además esta la recepción, el acceso a los vestuarios y las dos grandes salas de aguas termales.
Estas salas son sin duda lo que mas nos llama la atención con el techo en forma de cúpula y pequeños tragaluces. Con una gran piscina circular en el centro la sala esta bien decorada y alicatada con azulejos de dos tonos de azul, los arcos que la rodean, aunque medio podridos de la humedad aun conservan su color y las molduras que los decoran.
Alrededor de la piscina circular encontramos varias fuentes de mármol. Casi toda la grifería ha desaparecido y alguien ha tirado parte del mobiliario dentro de la piscina. Aparentemente el resto del edificio no acusa mas vandalismo que ese.
Exploramos el resto de la planta para encontrar la zona de duchas y unos espaciosos vestuarios de madera que nos recuerdan a unos baños termales típicos que visitamos en Hungría.
Aparentemente el balneario también ofrecía masajes y otras terapias que no sabría deciros.
En la segunda planta encontramos las salas y vestuarios de los trabajadores, lavandería y almacenes para las toallas y demás enseres propios de este tipo de lugares.
Es una lastima no contar con mas tiempo y apreciar un poco mas de cerca los detalles, pero el tiempo se nos hecha encima y ya deberíamos estar camino del aeropuerto. Volvemos a salir por la misma ventana y la cerramos, esta vez nos ha visto una familia que paseaba por allí, pero ya poco importa, nos dirigimos rápidamente al coche y nos despedimos de Bulgaria hasta la próxima.
Y hasta aquí este corto viaje de solo dos días pero que con tan solo la visita al mítico Buzludzha ya ha valido completamente la pena. Se quedan algunas cosas en el tintero como siempre pero creo que lo hemos aprovechado bastante bien. Hasta pronto Bulgaria.
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