Al igual que no todo el monte es orégano ni oro todo lo que reluce, en nuestros viajes en busca de nuevos lugares abandonados es lo mismo, refranes a parte.
Esta pasada quedada de dos días en Portugal no podemos medirlo por la cantidad de reportajes y sitios geniales que se publican después, si no mas bien por el conjunto de experiencias. Experiencias y crónicas que si no van acompañadas de unas cuantas fotos no las veréis en el blog, pero que entre nosotros nunca olvidamos y que en este post quiero dejar constancia de ellas y de los múltiples matices que conlleva cada exploración sin ello implique publicar un montón de fotos con una crónica.
Empezar nuestra quedada junto a la emblemática mansión que veis en las fotos, no puede ser la manera mas perfecta. De hecho nos tomamos un café en una terraza apenas a cien metros de la vivienda mientras esperamos a nuestros compañeros para volver a visitarla. La sensación no puede ser mas familiar.
La familiaridad se torna en decepción viendo el nuevo estado del lugar. El tiempo se ha cobrado su precio, las goteras en la estructura de madera también, pero lo peor es el paso de las personas por aquí y en parte todos nos sentimos responsables de ello.
Lo doloroso siempre de volver a un lugar que ya exploraste es ver su degradación con el tiempo. A veces el tiempo es el menos culpable y el vandalismo o la estupidez en forma de curiosidad se cobran poco a poco la esencia de este icónico lugar.
No entiendo el miserable pensamiento que empuja a destrozar a golpes el teclado de un piano, un piano del que presumo tener una melodía grabada tocada allí mismo en nuestra primera visita, a recopilar libros y partituras de principios de siglo y quemarlas en una chimenea, arrancar el papel de las paredes, destrozar muebles o simplemente plasmar una ridícula firma con espray dentro de una vivienda.
Llama la atención como algunas personas, exploradores presumiblemente, han recolocado el poco mobiliario sano en dos o tres habitaciones, puede que pensando en hacer alguna foto decente con lo que quedaba dentro. -Esto es muy de los belgas- comenta un compañero, pero la verdad es que el recuerdo original de la mansión es insustituible.
No todo son recuerdos de grandes lugares y aunque visitamos muchos y muy buenos tampoco hacemos ascos a sitios mas modestos. Por ejemplo una pequeña villa campestre donde el tiempo parecía haberse detenido. No tiene grandes salones ni lujosos muebles pero si un encanto especial que nosotros apreciamos mucho. Los grandes planos del espacio abandonado me resultan inocuos y es en los pequeños detalles donde se aprecia ese decadente encanto.
A veces lo que promete un lugar es algo completamente distinto a lo que encontramos.
Una gigantesca villa perdida con un gran jardín ahora salvaje vaticinan una buena experiencia si consigues entrar. En este caso no. Después de muchas vueltas y encontrar una puerta atascada con piedras lo que hayamos en una vivienda de aspecto antiguo, desde luego, pero repleta de cajas llenas de objetos de todas las épocas. Aunque no este en uso, simplemente la familia o familias propietarias la usan de almacén y no se puede considerar abandonada. Curiosear un rato no va a hacer daño a nadie, pero lo mejor es hacer un par de fotos o ninguna, volver a cerrar y seguir nuestro camino. Y así lo hicimos.
Cuando se trata de visitar ruinas considero que cargar con una cámara esta de mas. Generalmente tus propios ojos revelaran mejores deducciones en una exploración que las fotos que hagas. De hecho las pocas que tengo aquí las hice con mi teléfono según iba recorriendo el lugar. ¡Y que lugar!, no faltaron las sorpresas.
Cruzando unas viñas encontramos algún tipo de complejo religioso consistente en una capilla, una especie monasterio unido a las ruinas de otro mas antiguo y un gran torreón de varios siglos de antigüedad.
Recorrer cada rincón con la calma que se respira es un pequeño placer. Vamos recopilando información con lo que vemos que mas tarde contrastaremos en casa buscando en Internet. Aprovechamos para tomarnos un pequeño descanso ahora que la lluvia lo permite y hacernos algunas fotos de grupo.
La sorpresa aparece dentro de la pequeña capilla, totalmente vacía pero en el suelo encontramos una gran losa con inscripciones y aspecto de haber sido levantada para trasladar el cuerpo que descansara allí, que debió ser alguien importante. Yo no he reparado en ello, pero lo que creía que era una especie de pila bautismal dentro de uno de los muros resulta ser un osario que aun contiene huesos humanos. La impresión es general y ademas hay un segundo que también contiene algunos restos mortales mas.
Finalmente, y como nos sucede en muchos casos encontramos viviendas en buen estado pero revueltas y desvalijadas por completo y aunque no se trata de encontrar inspiración, si que se te quitan las ganas de fotografiarlas. En este ultimo caso la casa estaba casi intacta la primera vez que nuestros amigos la visitaron y ahora apenas se podía caminar por estar repleta de objetos esparcidos por el suelo. Para bien o para mal esto te permite centrarte en los detalles y encontrar pistas sobre la gente que vivió aquí. Incluso para nuestros compañeros este caos les permitió descubrir nuevos enfoques para sus fotos. Mención a parte para esos vehículos abandonados que descubrimos allí dentro.
Como reflexión final de esta miscelanea apuntar que tal vez, la prueba y el error o el acierto y el fracaso sean la clave para disfrutar con mas intensidad cada buena experiencia y con ello, recordar y valorar las incursiones que salen bien junto a los compañeros que, al igual que tu, no les importa el resultado, si no lo vivido. Gracias a todos vosotros, David, Alberto, Jordi, Nira, Alberto G y Adolfo.