miércoles, 24 de julio de 2013
Chateau de... supprime!!
Hacer exploración urbana por tierras extranjeras reconocemos que es todo un gustazo y mas cuando eres español... todos sabemos por que.
Aunque también es cierto que no siempre las cosas salen como queremos y rara vez contamos con mas de una oportunidad para hacer una incursión. Otras veces, quizás por el "ahora o nunca" o como en esta ocasión, por que estábamos teniendo una buena racha de suerte, acabamos cazados con las manos en la masa.
Sinceramente vimos las señales, pero ni hicimos caso: la hierba del exterior había sido cortada hacia menos de un día, la única entrada al castillo ya que se encontraba rodeado de agua era cruzar un patio impecable y cruzar un puente que no ofrecía demasiado resguardo de miradas ajenas.
Aunque realmente nuestro mayor error fue demorarnos buscando acceso para finalmente bajar por un agujero que llevaba al sótano. Con mucho cuidado de no engancharnos en el alambre de espino y dejándolo cerrado al bajar. Una nueva señal de que no debemos estar aquí nos espera: útiles de limpieza, herramientas y materiales de obra dejaban claro que a pesar de encontrarse cerrado y en estado de abandono en el castillo había gente trabajando.
Nos da tiempo a darnos un paseo por algunas de las estancias y pasillos, admirar la cantidad de chimeneas que había, cada una distinta y mas elaborada que la anterior, hasta que Adolfo me avisa de que hay una mujer fuera gritando en francés. Normalmente si fuera una de sus bromas, Adolfo se habría reído al poco de quedarme mirándole, pero esta vez no. ¡Nos han cazado!
La señora irrumpe llamándonos, ya sabe que estamos ahí, así que avisamos de nuestra posición y nos quedamos juntos a esperarla, al vernos con las cámaras ya sabe de que va todo el tema y aunque no entiende ingles ni español nos deja muy claro lo que tenemos que hacer con las fotos echas. ¡Supprimé, supprimé...! Nos hacemos los despistados y borramos alguna cosa poco transcendental ya que evidentemente no vamos a borrar las fotos...
Al final la señora resulto bastante comprensiva e incluso agradable, no como su marido que vino después echo una furia. Nosotros recogemos rápido, cogemos el coche y nos largamos. No van a llamar a la policía, así que dentro de lo malo una vez mas tendremos suerte.
Desde la primera a la ultima foto han pasado tan solo siete minutos.
viernes, 12 de julio de 2013
Oxido sobre ruedas.
Nos encontramos en una pequeña población; bueno en realidad son menos de media docena de casitas de campo con parcela por las que cruza una carretera. Un pajarito nos ha dicho que una de esas casas esta visiblemente abandonada pero que lo realmente interesante está en los garajes de su parcela.
Colarse es complicado y ser visto es muy sencillo gracias a la casa habitada que hay enfrente y a la cantidad de coches que pasan por la carretera. ¿Sin riesgo no hay gloria, verdad Sevilla?
Damos muchas vueltas, hacemos cábalas y finamente el sevillano cruza los dedos y se decide a intentarlo colándose entre la valla de arboles mientras Chenko le ayuda con el alambre de espino.
El sevillano es uno de esos "seres" que sabe echarle morro y con la cara mas dura que conozco, pero también sabe como convencer e infundir ánimos a su manera... Llega un mensaje a mi móvil. "Estoy dentro de los coches. Es jodido entrar..."
No paran de pasar coches y no se si los de la casa de enfrente nos habrán visto ya, en ese caso tenemos poco tiempo, estamos agazapados tras un cartel publicitario, en la puerta de la finca hay un rótulo en francés que dice "Si ven a alguien dentro avísenme" y un numero de teléfono, pero hay que jugársela y de nuevo Chenko echa una mano para hacerlo rápido. Entrar y salir en quince minutos.
Toca correr por la finca, procurando no ser visto, cruzar rápido mientras estoy al descubierto. No llevo trípode, me supone un retraso, las fotos las haré a pulso y con ISO alto para no perder tiempo. Con la ayuda de mi compañero me arrastro por una abertura en la chapa y ya estamos dentro.
El premio gordo: ¡¡seis automóviles clásicos abandonados!!
La información y los modelos de cada auto se los debemos al compañero Txutxi a quien dedicamos este reportaje.
Bueno, bueno, ¿Que tenemos aquí? Un precioso Chevrolet Hardtop DeLuxe del 51, que seguramente habrá vivido tiempos mejores. El oxido esta empezando a hacer mella en la carrocería.
La joya de la corona es sin lugar a dudas este Citroen AC4 de 1930 que se arranca con manivela. Le faltan los retrovisores y la insignia, por no mencionar la pintura, pero es digno de ser restaurado.
Por aquí tenemos un Ford Escort mk1 RS de 1970, con un golpe muy serio en la parte delantera, seguramente producido en algún rally como atestiguan sus pegatinas. Encontramos en otro garaje en la misma finca otros dos coches de rally desmontados y bastante mal parados.
Mis favoritos sin duda son estos dos coches iguales, se trata de dos Renault Juvaquatre (Gracias Jaume Alemany). Uno de ellos estaba muy oxidado, puede que planearan usarlo para piezas para reparar el que se encuentra en medio del garaje.
Este ultimo tiene una curiosidad que todo el mundo comenta, el faro derecho roto parece un ojo que vigila con recelo... La foto es obligatoria.
Encontramos también un Mercedes w115 del 68 y una camioneta Mercedes de la que poco puedo decir ya que la cabina se encontraba contra la pared, con un cable que sujetaba el retrovisor a la puerta del garaje para impedir que nadie pudiera entrar por el hueco.
Aunque vamos con prisa para salir rápido por si nos hubieran visto la visita no valdría la pena si no disfrutásemos un poco del lugar. A mi personalmente me apetecía subirme en el gigantesco Chevrolet.
El interior obviamente esta en mejor estado que el exterior, la tapicería esta bien y los cromados intactos. El salpicadero me resulta curioso con todos esos indicadores analógicos, botones y palancas.
No hay mucho espacio para moverse entre los vehículos y captar detalles es un poco complicado. Por suerte llevo un angular bastante decente que ayuda a captar mayores escenas y objetos cercanos.
Detalle del los faros del camión Mercedes, no se veia mucho mas. Es posible que se trate de un Mercedes L 326 de 1956, aunque no puedo confirmarlo.
Ya tenemos una buena cantidad de fotos y he podido curiosear un poco, así que habrá que conformarse. Ahora toca salir del lugar lo mas rápido posible. Estamos atentos a los teléfonos por si pasara algo fuera y nos despedimos de los clásicos mientras el Juvaquatre nos sigue mirando con desconfianza, como si nos dijera " Exploradores, sois todos iguales..."
martes, 9 de julio de 2013
Chapelle des anciens
Nuestro siguiente destino se encuentra dentro de un complejo hospitalario que no esta precisamente abandonado. El truco, como siempre es actuar como si todo fuera normal, como si viniésemos a visitar a un familiar, aparcar junto a los demás coches, coger el equipo con disimulo y esperar el momento en que nadie mire... ¡Ahora!
Corremos entre la hierba mojada que nos cala los pantalones y buscamos una entrada. Hay unas escaleras de fácil acceso, pero nos verían desde la calle, así que lo mejor sera arrastrarnos un poco por ese agujero que lleva directo al sótano y desde donde se percibe un olor a alcantarilla bastante contundente...
No importa, solo hay que vigilar de no golpearnos en la cabeza con esas tuberías de calefacción cortadas y dobladas que asoman por el agujero y ya estamos dentro.
Se trata de un edificio, o mas bien habría que decir de lo que queda de un edificio. La fachada delataba que no era tal fachada, si no habitaciones demolidas que existieron al rededor de la nave de la capilla y de una pequeña parte de hospital que aun se conserva, aunque en su mayoría tapiado.
La capilla por su puesto es el mayor atractivo, con su altar de piedra, su altísima bóveda, sus frescos, columnas y mobiliario de madera tallada. Aunque encontramos en su interior palets con partes de un suelo desmantelado, hay agujeros por las paredes y sus vidrieras están tapiadas aun conserva mucho encanto.
Vale la pena recorrer las tres plantas del lugar en busca de detalles y nuevos ángulos desde los que hacer alguna foto. Por aun agujero se podía entrar a la parte alta de la capilla.
En el resto del edificio habitaciones prácticamente vacías, oscuridad y telarañas. Pasillos repletos de papeles, cristales e incluso radiadores esparcidos por el suelo. Grandes ventanas de las que hay que cuidar que nadie nos vea. Vigas oxidadas donde se posan las palomas y goteras que se cuelan por los tragaluces, que iluminan alguna escena fotogénica.
Salimos con mucho cuidado vigilando personas y coches dentro del recinto del hospital y nos ponemos en marcha al próximo destino, dudoso y con la incertidumbre de no saber si lo conseguiremos dadas las premisas que nos contaban compañeros de la zona sobre lo sencillo que es ser visto y lo rápido que llega la policía. ¿Lo conseguiremos?
Corremos entre la hierba mojada que nos cala los pantalones y buscamos una entrada. Hay unas escaleras de fácil acceso, pero nos verían desde la calle, así que lo mejor sera arrastrarnos un poco por ese agujero que lleva directo al sótano y desde donde se percibe un olor a alcantarilla bastante contundente...
No importa, solo hay que vigilar de no golpearnos en la cabeza con esas tuberías de calefacción cortadas y dobladas que asoman por el agujero y ya estamos dentro.
Se trata de un edificio, o mas bien habría que decir de lo que queda de un edificio. La fachada delataba que no era tal fachada, si no habitaciones demolidas que existieron al rededor de la nave de la capilla y de una pequeña parte de hospital que aun se conserva, aunque en su mayoría tapiado.
La capilla por su puesto es el mayor atractivo, con su altar de piedra, su altísima bóveda, sus frescos, columnas y mobiliario de madera tallada. Aunque encontramos en su interior palets con partes de un suelo desmantelado, hay agujeros por las paredes y sus vidrieras están tapiadas aun conserva mucho encanto.
Vale la pena recorrer las tres plantas del lugar en busca de detalles y nuevos ángulos desde los que hacer alguna foto. Por aun agujero se podía entrar a la parte alta de la capilla.
En el resto del edificio habitaciones prácticamente vacías, oscuridad y telarañas. Pasillos repletos de papeles, cristales e incluso radiadores esparcidos por el suelo. Grandes ventanas de las que hay que cuidar que nadie nos vea. Vigas oxidadas donde se posan las palomas y goteras que se cuelan por los tragaluces, que iluminan alguna escena fotogénica.
Salimos con mucho cuidado vigilando personas y coches dentro del recinto del hospital y nos ponemos en marcha al próximo destino, dudoso y con la incertidumbre de no saber si lo conseguiremos dadas las premisas que nos contaban compañeros de la zona sobre lo sencillo que es ser visto y lo rápido que llega la policía. ¿Lo conseguiremos?
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