La primera parada de nuestro viaje son las antiguas instalaciones abandonadas de la mina de carbón Hugo.
Este complejo minero al oeste de Alemania es sin duda un lugar de peregrinaje para todos los aficionado al mundo urbex de la zona europea, los mas puestos en el tema coincidimos en que su mayor encanto es la nave de las jaulas.
Pese a tener conocimiento que que el lugar tenia un vigilante conseguimos acceder al interior en dos grupos y sin demasiadas dificultades, esquivando en la medida de lo posible las miradas (a veces demasiado descaradas) de los vecinos de una zona residencial cercana. Cruzando una valla y saltando ayudados por nuestros compañeros por una ventana accedemos al interior. Una vez que los ojos se acostumbran a la oscuridad el edificio no parece ofrecer demasiado a los curiosos, ya que esta en gran parte vandalizado.
Como ya he dicho la mayor atracción del lugar es una sala que contiene miles de jaulas colgadas con cadenas del techo y sujetas al suelo gracias a varias hileras de postes con ganchos numerados y cerrados con candado.
¿Cual era la utilidad de todo esto? Taquillas.
Los trabajadores de la mina tenían cada uno asignado un numero de jaula, allí dejaban su ropa, calzado y demás enseres, después izaban la jaula y enganchaban la cadena con su candado correspondiente. Cabe decir también que cada jaula estaba provista de varias perchas, una cesta metálica y una parte para el calzado. Aunque también existían taquillas como las que conocemos hoy día.
Un dato curioso sobre este lugar es que en los años que estuvo en activo al no existir demasiadas políticas sobre control y seguridad en el trabajo las jaulas ayudaban a alertar la posible ausencia de un trabajador. Si cuando los trabajadores del ultimo turno se habían ido y quedaba alguna jaula colgada con los enseres de algún compañero, a menudo indicaba que este aun se encontraba dentro de la mina.
Recorriendo el resto del lugar descubrimos algunos talleres y almacenes, unas oficinas de las que quedaba ya poca cosa reconocible y la entrada principal de esa parte del complejo, tapiada a conciencia. La zona de los talleres era sin duda la que mas detalles ofrecía y donde aun nos podíamos hacer una idea de las actividades que allí se llevaban a cabo.
Debíamos movernos con cuidado ya que muy cerca existía otro edificio donde se podía ver gente trabajando, concretamente en su hora del bocadillo, para ello procuramos evitar pasar cerca de los ventanales.
Recuerdo que al salir de allí nos encontramos con el supuesto vigilante y sus perros, seguramente alertado por los vecinos, eso si, una vez fuera ya poca cosa podía decirnos, aunque se molesto en explicarnos lo peligroso que resultaba entrar allí y que si queríamos y con permiso podíamos ver una zona de la mina reconvertida creo en museo.
Con Zeche Hugo nos apuntamos la primera incursión con éxito de este viaje y nos ponemos en marcha para intentar visitar otro de los grandes de la zona alemana.
Hasta la próxima.